El curioso origen de la plaga de beriberi asiático

Una mujer haitiana muestra un poco de arroz. Foto: Ulises Rodríguez | EFEEl nombre de la enfermedad del beriberi deriva probablemente del término cingalés beri que significa 'debilidad' o 'impotencia'. Su causa es la carencia de vitamina B1 o tiamina, que los seres humanos hemos de obtener de los alimentos, pues somos incapaces de fabricarla por nosotros mismos.

La tiamina está presente en carnes, legumbres y cereales integrales. La leche, los pescados, las frutas y muchas verduras son pobres en ellas. Es imprescindible para el metabolismo de los azúcares que nos dan energía y para el funcionamiento de los músculos y de los nervios. La forma de la enfermedad conocida como 'beriberi seco' se manifiesta como una debilidad extrema, con atrofia e insensibilidad de los miembros. En el 'beriberi húmedo' se llega a afectar el músculo del corazón, con la consiguiente retención de líquidos o edema en las piernas, los genitales y los pulmones. El beriberi es mortal a menos que se aporte la tiamina, ya sea en la alimentación, ya como suplemento farmacológico.

Historia

El beriberi se extendió como una plaga por todo el sudeste asiático a finales del siglo XIX, a causa de la particular dieta de sus habitantes más pobres y del desarrollo de la industria molinera.

El arroz constituye la base alimentaria en toda Asia oriental y, siendo muy barato y fácil de cultivar, así como bastante nutritivo, constituye casi el único alimento cotidiano de millones de campesinos.

Tradicionalmente, el arroz se molía en casa. Con el perfeccionamiento de los molinos, resultaba más práctico llevar a moler la cosecha a cambio de unos sacos de arroz. Además, la nueva molienda descascarillaba el grano, produciendo una harina blanca y refinada más apta para el amasado y el horneado.

El problema era que toda la tiamina del arroz estaba en la cáscara. Casi de la noche a la mañana, millones de asiáticos pobres comenzaron a sustentarse, sin saberlo, de una dieta pobrísima en vitamina. El beriberi comenzó a enseñorearse de los inmensos arrozales, sin que nadie se diese cuenta de que la solución estaba en el salvado -las cascarillas retiradas del arroz por los afanosos molineros-, que daban a comer a los bueyes y búfalos de sus yuntas.

Ricardo Cubedo es oncólogo en el Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda.
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